lunes, 1 de mayo de 2017

MANTA Y VILCA

Cuando me presentaron el proyecto Manta y Vilca quedé impresionado; más que por la decidida voluntad de defender los derechos de mujeres que fueron sistemáticamente violadas, por el espíritu de la propuesta: lleno de amor, horizontalidad y solidaridad colaborativa. Es que en Manta y Vilca no existe un director, sino facilitadoras del proceso creativo (Micaela Távara Arroyo y Alondra Flores Quiroz); no existe un dramaturgo, sino un facilitador de dramaturgia (Jorge Black Tam)... La intención es que todos y todas participen en los procesos creativos para que exista un desarrollo colaborativo y un aprendizaje mutuo. De esta manera, desde la propia praxis creadora, se destruye la verticalidad patriarcal, la cual es una de las principales formas de violencia simbólica.


Esta propuesta encantadoramente coherente esta a cargo del grupo Trenzar, espacio de creación interdisciplinario que se ocupa de temas de género, memoria y derechos humanos, y cuenta con el apoyo de Demus, ONG que sigue el caso de violación y abuso cometido en los pueblos huancavelicanos de Manta y Vilca, entre 1984 y 1995. Manta y Vilca no es convencional, si te aventuras a asistir a una función no serás un espectador, sino un viajante. Estarás tan cerca de las pequeñas Manta y Vilca que podrás vivir el horror de su sufrimiento, pero también sentir la belleza de su valentía.

La obra se desarrolla en tres espacios de la casa Pausa. Los viajantes, en escasos cuarenta minutos, quedamos prendados, enamorados de la historia de Manta y Vilca, dos hermanas que tuvieron que resistir el abuso de los militares. Sentimos su miedo, y vemos latir sus cuerpos, abrazados, al unínoso... bajo la tormenta de horror que vivía su pueblo. Sus cuerpos laten y se defienden pero también, inevitablemente, padecen injusticias; porque Manta y Vilca no es simbólica, sino es explícita y directa y en eso radica su belleza. El equilibrio que se consigue entre denuncia descarnada y calidad estética es notable. Otro elemento muy valioso es el texto, el cual, de manera tierna y esmerada, plasma la variedad dialectal del español andino. Finalmente, debemos mencionar las destacadas actuaciones a cargo de Carmen Amelia Álvarez Talledo y Mehida Mozón Aguilar, quienes supieron representar la inocencia y la ternura, el coraje y la valentía de las mujeres huancavelicanas.


En la escena más impresionante se recrea el padecimiento de Manta a manos de los soldados peruanos. Al igual que en otros momentos de la obra, se utiliza la tercera persona para narrar este momento sumamente trágico; pero, en esta escena, al mismo tiempo que se narran los hechos, las actrices realizan una performance que actualiza el discurso de Manta. Por ello, a pesar de que se esté narrando en tercera persona, sentimos los hechos muy cercanos; así, se consigue un equilibrio que permite presenciar esos momentos escabrosos, pero de una manera armónica y prolija.

En nuestros días, la lucha por un mundo menos cruel e injusto está directamente vinculada con la destrucción del patriarcado. El Ministerio de Defensa y el Ejercito no ayudan a condenar a los culpables de las 6182 violaciones durante el periodo de conflicto interno, porque la violación a las mujeres ha sido y es una práctica normal y recurrente. El cuerpo de la mujer sigue siendo considerado un botín de guerra o un objeto de lujo... Las instituciones y los medios de comunicación refrendan esto. De modo que el camino por un verdadera igual humana recién ha iniciado.  

  

1 comentario:

  1. Absolutamente de acuerdo, Piero. Este viaje, tan cerquita y sensible, nos da la oportunidad de repensarnos en este universo de violencia brutal que aún es "muy lejano" para peruanos y peruanas. Más allá de señalar culpables (harto conocidos) somos nosotros los que necesitamos curarnos y desde algún lugar "reconciliarnos". ¿Cómo se hace? Me pregunto con angustia.

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